Sin entrar en demasiada profundidad acerca de este infame reality, me ha sido imposible no enterarme del magreo que le pegó el transexual canario, Amor, al joven italiano, Piero. Ante este hecho querría destacar dos puntos:
El primero es la gran fuerza de voluntad del chavalote. Aguas abajo, sabiendo que Amor es un hombre, le veo la cara y sí reconozco en él ciertos toques masculinos que podrían hacerme dudar de su género. Estoy seguro que si no me dicen nada y pasa a mi lado un por la calle me daría la vuelta para verla pasar. Lo que quiero decir es que me parece sobrehumano el esfuerzo que hace el chico para no sucumbir a los encantos (magreo púbico) de la chica. ¡Y no sucumbe!
Por otro lado no creo que sea necesario desvelar el género de Amor en el concurso... ¡Siempre que no se ponga a tontear con los chicos! Porque, y perdonadme la expresión, hay que se retorcido cabrón para no decir nada. En este caso me parece fundamental ir con la verdad por delante. A este chico le puedes herir de muerte en su orgullo si, delante de toda España, agredes contra su masculinidad de semejante manera. Otro gallo cantaría si, después de comentárselo, el chico accediese.
En definitiva, por la bromita que está gastando el canario, en mi pueblo le habrían tirado al río, no sin antes meterle una buena mano de hostias, por gracioso.
Y es que no se puede ir así por la vida, joder.
